martes, 18 de junio de 2013

Con los pies en la tierra.

No podía quejarme, era feliz... Aun cuando estaba completamente devastada.
Era real, era honesto, era todo lo que buscaba desde hace un tiempo... Pero no era lo que esperaba.
Ya no servían los gestos, no había nada que recuperar, pues nunca hubo nada.
Desde una tristeza inmensa a una ira incontenible pasó a ser de nuevo mi estado habitual.
Quizá nunca me interesó lo suficiente.
Quizá sencillamente era la necesidad de creer en un mañana.
He fumado como puta degenerada toda la noche y mi garganta pide descanso... 
Hasta el corazón me lo pide, dice: "Ya basta de tantos gritos, ya basta de tanto"
Vale la pena el andar mendigando?
Estaba completamente sola, de nuevo... Pero no me sentía vacía, pues nunca me llenó por completo.
Nunca hubo nada que pudiese palpar con mis dedos.
Fueron sólo escenas de mi cabeza que me hacían creer (de nuevo) que mi destino estaba en otras calles lejos de casa.

Ya no había desesperación o desesperanza.
Si es cierto que todos necesitamos creer en algo, no creía en él... Sólo en la imposibilidad de creer que otro ser humano podría hacerme sentir igual de bien que se sienten los enamorados.

No lo odiaba, fue perfecto. Se comportó a la altura y no hubiese esperado menos.
Supo como colocar a la rubia de vuelta a la tierra, con tanta rudeza y firmeza que no le quedaron sueños.

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