martes, 28 de julio de 2015

Ay! Rocío

Después de tantos meses finalmente llega el día
y te imagino bailando, semidesnuda, borracha
porque estás sola
porque haz decidido ser feliz a la fuerza
porque puedes estarlo
Y destapo cada botella brindando a tu nombre
Mesiendome de lado a lado
Recordando como una tarde como esta hace unos años
Me encontraste alcoholizada sobre el escritorio
desangrada de emociones y palabras
me llevaste a dormir a la cama
y me hiciste dasayuno de cena
por si me despertaba hambrienta y sedienta de explicaciones
huevos revueltos con arepa
un vaso de agua y uno de coca-cola
porque uno nunca sabe con qué cara amanecerá la nena
"El pañuelo de amargura que empaña sin mancharla tu hermosura
Pero 2 no es igual que uno más uno"
y el martes no estás
y el miércoles tampoco
y yo me voy corriendo
y tu te quedas allá, no sé qué haciendo
Pero no busco compañía
Nadie más que mi Erika me entendería.

lunes, 27 de julio de 2015

La última de las últimas veces.

Querido diario, esta es la última vez que me diré a mi misma, es la última vez.
Todo comenzó por una llamarada, o bueno, la ausencia de ella. Era un día como cualquier otro de esos que sencillamente no siento antojo de convertirlo en lunes. No me da la gana de pararme de la cama, de comenzar a teclear, de asistir a juntas y mucho menos de ser educada. La culpa es de la vaca pues a conciencia, no sé qué más podría inspirarlos.
Decidí que de momento necesitaba una llamarada. Porque había pasado la noche en vela, porque quería morir acompañada. Porque sencillamente no me entraba en la cabeza sepultar ese viernes por la mañana.
Y entonces comenzó a hervir dentro de mi una completa inseguridad. Un vacío existencial. Creciendo la enorme necesidad de ser atendida, amada y comprendida. Me creció la melena trenzada pero no habían rastros de príncipes, dragones o sapos parlanchines. ¡Qué mierda de mañana!
La impotencia comunicacional aferrada a la maldita lógica de "por qué coño alargar la distancia si estás a 10 cuadras de mi" pero -también me pasa- da un enorme fastidio salir de casa.
No hablaba, escupía rencores, escupía nostalgias, escupía recuerdos y claro, la exigencia cotidiana. Pero no había nadie del otro lado, sin tutu y sin repicar. Dije no me importa, y no me importaba. Hasta los próximos 3 minutos que volví a insistir y de nuevo, nada.
Nada nunca pasa.
Nada nunca mejora.
Nada hace. Nada dice. Nada. Nada. Nada.
Y de pronto llega a mi vida (por invitación únicamente), se mete con los corotos del pescebre, me meto en su cama y a la mañana siguiente, el piso es de lava. Me obliga a flotar y luego se queja de que no toco piso. 
Comienzan las excusas
Si no se fue la luz, fue el internet, sino fue la vida o inclusive un meteorito. Si no estaba mercurio fue que el busetero le echó mal de ojo y así comenzamos una lista interminable, como las veces que dije a todos que no me importaba.
Ni bien, ni mal. Nunca me importaba.
Si metía la pata... Normal porque no me importa.
Si yo la metía... Normal porque no me importa.
Nunca me importó hasta los momentos en los que de pronto, de golpe, de todo, me daba cuenta que esta era yo, y ese seguía siendo él pero, sencillamente yo amaba a ese hombre y era luz y era karma... Y no me importaba.

Jugué a ser Corea (la mala) y sobrevolé mis avionsitos. Poofff pofff! El pueblo quedó destruido y a los 30 segundos siguientes, "ven a mi cariño, que me hace falta tu abrigo". 
Si me acerco, recibiré una patada en el trasero. Pero aún no sé de quién sería la bota.

viernes, 24 de julio de 2015

Solo me gustó la primera línea. :(

Espero con ansias el día en el que los velorios pasen de moda y puedan las enfermeras olvidar el exigente protocolo de la muerte. Caminar hacia el altar no supondría entonces un paso a lo desconocido sino más bien un pequeño viaje a un museo lleno de esculturas anónimas.
Algunos nacieron con el corazón viejo, otros con el espíritu joven y en su mayoría pendejos, con la cabeza madura, llena de horrores.

Los cantos fúnebres convierten a cualquier delincuente en un ángel que el señor ha llamado al reino de los cielos. Parece imposible reunir a tantos amigos pero las lágrimas rojas de sus seres queridos no permiten diferenciar los rostros vecinos. Algunos llegan en sus mejores prendas, para recordar al resto de los presentes que el luto supone etiqueta. No todos son fanáticos del negro y los carros llenos de flores asemejan a las comparsas de carnaval.
Vamos todos detrás de la reina.

Explotan morteros despidiendo al soldado Brian. La viuda coge el pañuelo y lo arruga con toda su alma. No quedaron mosquitos que no aprovecharan para hacer de las suyas durante la velada. Qué pena que el cura olvidase su sotana.
Caminan todos en silencio, con la cabeza baja y resignada. En realidad no piensan en el muerto, sino en ellos. No es egoísmo, ni falta de amistad. Sencillamente que en los momentos críticos uno busca siempre la supervivencia animal.

La muerte es un miedo infundado por el riesgo que supone vivir.

Lala miró el cielo

No hay un día en el que no piense en ella
como un martillo que destroza mis ganas de vivir
La marea sube y para cuando me doy cuenta, ya emerjo ahogado entre los nudos de mi garganta
Los únicos botes que se acercan son piratas
y no sé si prefiero morir o ser asesinado.
Su tormento es milagro.
Disfruto verla flotando única en su caos.

Pasa otro día, la alcanzaba la noche y Lala colgaba en el techo todos los qué haceres que nunca tendría tiempo de atender.
Pasa otro día, la alcanzaba la noche y Lala se mantenía despierta armando y desarmando planes en su cabeza.
Pasa otro día, la alcanzaba la noche y Lala erizaba sus pensamientos en telarañas que no lograba destejer.
Pasa otro día, la alcanzaba la noche y el techo de Lala cayó sobre ella.
La presión de su mundo amenazó con aplastarla pero de alguna forma mágica su cama quedó intacta y fue entonces cuando Lala, al abrir los ojos tras el pánico, pudo finalmente ver las estrellas y olvidarse de todo por un buen rato.

Viejo, tonto y lento.

Se me ha pasado el amor en la penumbra del olvido.
Y a veces el recuerdo carcome a la memoria
Y otras veces... Es tan suave como sus ojos de perro adolorido.
Cuántas noches en vela pasé pensándote.
Admito que pensaba en cuán real pudiese ser que tu me pensaras también. 
Cuántas veces dije tu nombre en silencio, como un profundo secreto que añoran pronunciar mis labios.
Rehíce mi vida. Cambié de puesto los muebles. 
Mordí mis uñas para evitar que mis dedos te escribiesen. 
Tome todos los barcos a direcciones opuestas
Me entregué a otros, por la mera necesidad de no ser tuya.
Aprendí a vivir con tu ausencia hasta que esta también abandonó
Y entonces fui feliz durante un par de meses
Hasta que noté que su frío era mejor que este calor vago e infinito.
Cuántas veces quise despreciarte
Cuántas vidas hubiésemos vivido
Cuántas veces me mató el silencio y dibujando tus pasos en el metro, jugaba mi cabeza...
Sintiendo que después de muchos otros, la vibración de tus pisadas levanten mi cuerpo.

¿Qué podría decirte que no haya dicho antes?
Sí, he besado y corrido más de una vez.
No, no podría citarlos a todos.
Pero las sensaciones no se olvidan y cada boca contiene una concentración de sal particular
Depende más del amante que del amor el poder recordar.
Uno hace lo que puede, buscando que cada fibra se despierte... Pero y si no lo hace...
Entonces no se hace nada y se arropa hasta los hombros y se da la media vuelta
Si no se siente tan guerrera puede aceptar las molestias y permitir que la abracen
Pero depende de júpiter, no del día, ni del amante.

Hoy te he pensado
no te he extrañado
Solo pasó tu algo en mi todo
y me dejo tan poco...
Emergió una verborrea ácida, sangrante, manchando mis labios.
Amenazante, caprichosa, letal...
Instigando a la calma.
Incitando a la poca cordura a suicidarse.
No entro en pánico sino en tu cabeza
y jurungeo cada rincón por donde me borraste
Pero no había nada
Estaba abierta
y entendí cómo finalmente pude escaparme.