lunes, 2 de septiembre de 2013

Bitácora del Capitán: Perdí la cuenta de los días.

Se acerca cada vez más el día y tocará enfrentarme al mayor reto hasta ahora, el de convertir esto en mi estilo de vida… No volver a ver las montañas como un muro enorme el cual me encerraba hasta el punto de asfixia sino como enormes bosques en los que puedo perderme una y otra vez, el de caminar hasta que la suela de tus botas se desgasten y aun así seguir caminando, el de no necesitar más de lo necesario y de brindar apoyo a quienes por alguna razón, decidieron de apoyarte.
Encontré la libertad en la carretera, es algo ya conocido y ya muchos han hablado de ello pero creo que muchos la buscan en vano. La buscan queriendo cargar maletas pesadas creyendo que el montón de ropa que llevan encima les servirá para algo… Lo sé porque fui una de ellas.
A medida que comenzó el viaje fui despojándome poco a poco de las cosas que no necesitaba en realidad, primero el secador de cabello, luego el vestido de fiesta y los tacones, el maquillaje, los libros y cd’s… Poco a poco me fui desprendiendo de ellos cuando me di cuenta de que jamás podría ir tan lejos con tanto encima… Realmente necesitas viajar con tu computadora a todos lados?, lo aprendí luego de varios calambres en la espalda y muslos… No necesito más que mi cédula, mi papel de números anotados, un par de cambios de ropa interior y el dinero suficiente para pagar otro autobús… Ya hasta olvidas la moda y usas los mismos zapatos cada día, prefieres guardar un par de latas de atún en lugar de otros botines.
Aprendí a sentirme fuerte, a remar contra la marea, a hablar conmigo misma si necesitaba a alguien con quien hablar… Aprendí a observar todo a mí alrededor, a confiar en mis pies y a olvidarme de las luces…
Aprendí a estar sola y sentirme a gusto con esa soledad… Y cuando hiciera mucho frío y mucho silencio, en esos momentos en lo que tu cabeza comienza a jugar y sientes miedo, pánico, en esos momentos puedes comenzar a cantar.
He comenzado a hacer de mi vida una obra de arte y ya no necesito un nombre falso, quiero que esta vez mis huellas estén firmadas con mi verdadero nombre y apellido.
Dejar de culpar a un alter-ego por las acciones que siempre quise hacer y aceptar que aun con mi inocencia soy capaz de hacer actos bajos y decadentes.
Soy mi propio ángel y demonio, mi mayor miedo, mi mayor reto, mi gran ilusión.
Soy la chica pequeña de muslos grandes y mejillas sonrojadas… Del cabello brillante y ojos pequeños… Soy la coqueta, la promiscua y la enamorada… La tímida, la cerrada y la parlanchina… La celosa, la liberal, la extremista… Soy tan grande como el océano y tan pequeña como los granos de arena que se enterraban en mis uñas.
Soy quien siempre quise ser… Y ahora, sólo me queda mantener mi propia identidad y no volver a abandonar la carretera.

Hay un cierto placer en cargar una mochila pesada y la ropa sucia.