sábado, 24 de septiembre de 2016

No me recibas con las manos vacías

Resultó ser este un sentimiento tan familiar que se vistió con mis propios huesos.
Caí en cuenta entonces de la decepción d su alma.
Su deprecio, era ciertamente hacia mi, más no era conmigo.
No de la forma en la que ustedes creerían...

            "En esta hogar siempre serás bienvenida. Más no esperes que te abra la puerta"

Me vi reflejada tras los cristales de todas mis relaciones pasadas.
Romances épícos, amores taciturnos y más de un arrepentimiento post-coital
Todas sin excepción formaban parte de un retrato cómico y adolescente de esta cara ya tostada.
Viajar a cada uno de forma individual o colectiva mitigaban la misma sensación. Pero cuando alguna pretendía colarse al presente, entonces recordaba lo bien que me la había pasado.
Pues nunca pude olvidarme de lo malo.

No diré que así era yo para él, pero al menos consigo una explicación coherente.
Este hastío es de antaño.

Contigo ya no tengo secretos.
Frente a ti no necesito pretender.
Me encontraste mucho antes de haberme perdido,
y para cuando te hallé, era tan tarde que ni tu, ni yo, asistimos.

Somos en nuestro mejor momento cuando nos olvidamos del tiempo.
Y nos vemos de cualquier color
Y de pronto, la vida no pesa en los hombros
La vida no existe, el mundo es ajeno.
Nos fugamos de nuestras realidades porque en ellas, ambos no cabemos.

Esa noche dormimos más juntos que nunca antes. La cama parecía una llanura desierta, a excepción del pequeño espacio que ocupaban nuestros cuerpos, haciéndose aún más pequeños uno sobre el otro. Y sin embargo, nunca nos sentí más alejados que en aquel momento. Como si esos cuerpos no fueran nuestros.
Mi mente nos observaba desde la comodidad del sofá, viendo una grieta casi imperceptible entre las sábanas que enseñaba un abismo que nos separaba por no menos de cinco millones de años.

Su piel exudaba calor y miedo, terminando por reventar el termostato de mi alma. Más allá del sentimiento físico y tangible, se encontraba este vapor indescriptible que derretía las tinieblas desde dentro.
Lloraba a cantaros un mar de lágrimas secas. La oscuridad era absoluta, así que ninguno de los dos se dio cuenta.
Su cuerpo estaba al lado del mio, ciertas partes sobre mi y muchas otras inclusive dentro. El movimiento de mis manos resultaba ajeno a la escena, no hacían caso a los mandatos de mi corazón. Insistían caprichosamente en coordinar a dónde irían. Después me marcharía yo.

Y luego nos decimos adiós,
con el descuido de quien obvia la muerte