miércoles, 16 de julio de 2014

Petunia II

De mi, no se preocupe si grito, si insulto. Inclusive a veces pueda que de uno que otro golpe, pero siempre será a una pared, una mesa, un esquinero, así que no hay nada que temer. Preocupese el día en que deje de hablar, cuando no emita respuesta alguna. En ese momento, tenga por seguro que no sólo ya me perdió, sino que estoy a kilómetros de distancia.

Hace ya más de un año que dejé de creer en las relaciones. Siete meses con exactitud en los que decidí no salir con nadie y van ya casi tres minutos en los que me convenzo de botar toda mi vida social por el balcón, quedarme sola y encerrarme para siempre en el baño a fumar y escribir.                          
A pesar de que suene un tanto deprimente no me ha ido tan mal, digo, no me he suicidado.

Lo anterior diría bastante de mi vida privada pero en realidad, soy una persona bastante amigable. Aunque la soledad nunca ha sido mi fuerte ya he hecho casi de todo. Como sola. Camino sola. Tengo citas románticas conmigo misma en bares repletos de gente, sola y algunas noches, también me hago el amor. El último escalafón para poder ganar el master degree en solitario sería vencer el miedo e ir a una función de cine en compañía de un jumbo de cotufas que aborreceré a la mitad. Pero por qué habría de comprar el regular si con 10 bolívares más me dan el doble. Jodido marketing de mierda.

Me he jactado de ser inentendible, pero siempre trato de entender a los demás cuando se trata de una acción para conmigo; lamentablemente, no entiendo qué puede ser tan difícil como para ser imposible contactarse conmigo.
Para la solución del problema anterior me he ingeniado una agenda la cual lleno con cualquier basura que ocurra de momento. Alguna fiesta. Inauguración de galería. Cualquier pendejada que me haga ver no tan accesible pero siempre termino accediendo. El vino barato me da gastritis.

A la primera, soy mala para las esperas y peor para las despedidas; por eso siempre resulta más fácil parecer que se desvanece uno en lugar de la otra persona. Aun cuando te quedas a la espera, pero ausente, jugando con la punta de la nariz. Moviendola de un lado al otro. De nuevo, alguna pendejada que ocupe el tiempo mientras lo dejo pasar.
Siento que no hago nada con mi vida pero estoy a la espera de que algo suceda. Esa es la excusa, ¿no?

Me pregunto qué tan divertida estará la noche que está pasando. Qué hacen todos en este momento. No recuerdo la última vez que me acosté a la cama con sueño; sé que estoy cansada pero sigo a la espera de que algo suceda, así que por lo menos espero a la llegada del alba, por lo menos, siempre sucede.

Debería irme, pero entonces si sucede algo, perdería la oportunidad.
Ese es mi mayor miedo, perderme de algo.

Maté dos pájaros de un sólo tiro esta noche. Odio su trinar mientras intento dormir lo que no descansé en la noche, pero me hace falta que fastidien. No me gusta el silencio. No me gusta estar sola.
Corrijo
No me gusta el silencio. Me gusta estar sola pero no saber que lo estoy, me gusta creer que lo estoy por placer, no porque soy imposible de estar.

Ya van casi veinte minutos. Otro sorbo de agua y tengo miedo de que se acabe pero aun tengo sed y la nevera se ve tan lejos. Seguramente tampoco estará fría. Suelo olvidar la jarra fuera de la nevera. A las 12:37am solo me acompaña una mosca de espaldas que batalla entre la vida y la muerte.
Corrijo.
Ya murió.

Faltan tres dedos para llegar a mi punto límite. Detesto la sensación de saber que no dormiré pensando en alguien que seguramente, no pensará en mi. Creo que detesto aun más saber que debo irme y que si me voy, me fui.
No se perderá nada yéndome.

La mosca logró voltearse, se aferra a la vida. Sus alas están muy mojadas. Sufría. Jugué al papel de Dios y la aplasté. Aunque no sería el Dios que conocemos, yo sí tengo benevolencia.

Felicitaciones, tocó la mitad de hora la campanada del reloj de pared de la sala. Oficialmente me he demostrado poder contra la comodidad del nuevo siglo y retiré todo el barniz de mis uñas sin necesidad de químicos.
A veces, todo lo que necesitamos es a uno mismo.

Es oficial, mitad de hora más uno. No pinto ni pájaros, ni actos de humanidad en estos momentos. Qué corto duró aquel beso.
Qué fácil resultó convencerme de algo.

Mitad de hora más dos. Oficialmente me convenzo de que no hay escapatoria. Me queda el estar sola. No tengo nada más que decir.

Solo existe algo peor que los fosforos de mala calidad que se rompen cuando tratas de encenderlos y son aquellos que se rompen, encienden y te queman el dedo, dejándote una huella acusadora y ardiendo. Como si fumar no fuese suficiente castigo, pero siempre puede irte peor, podría romperse el filtro del cigarro.

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