lunes, 15 de diciembre de 2014

Casi todo lo que está en este mundo está diseñado, explícitamente colocado con el único fin de hacernos recordar. Nada es por casualidad, caminó y piso caca de perro, porque hasta el bandido sabía que debía cagarle el día antes de ir a desayunar.

Creyendo estos principios arreglamos la mesa de acuerdo a una política de etiqueta que indica que el receptor, comensal o la visita solo entenderá qué cubierto usar en qué momento si colocas el cuchillo del lado derecho y las cucharitas por orden de tamaño. Porque no vemos, suponemos y entonces pisamos caca y culpamos del mal al universo.

Sigamos con la teoría entonces, las tacitas de té tienen entonces unas dimensiones tan malditamente diminutas para obligarnos a hacer pausa de la monótona conversación cada 10 minutos, véalo así como un break para echarse un cigarro antes de tener que volver a entrar a la tienda a  aguantar reproches de un jefe de mierda.

Déjeme estar sola, zumbaba la abeja, las flores no me quieren, los niños no me temen ¿cuál es el sentido de la vida entonces?


La diferencia entre tu y ellas es que ella no escribe para una audiencia, todo tiene destinatario, una persona en particular y lo lanza al mundo para ver quién se atreve y le va a contar. No es por falta de coraje, nada de eso. Digamos que es políticamente aceptable luego de tantos insultos.

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