sábado, 4 de enero de 2014

Pensando en Francine y otros poetas

Apostemosle al corazón que sus labios ya no saben a anís.
Que los baños están cerrados y que esta noche no te embriagarás.
Apostemos, corazón, que nos vamos a conseguir.
Ya sea yo allá o tu acá, pero que tropezaremos en la barra.
Que usted no será educada y yo decentemente le prometeré sólo mirarla a la cara.
Y charlaremos, bailaremos y me rozarás, como si nada.
Apostemos a que cuando suba a tu coche me presionarás la rodilla
Y culparás al alcohol de confundirla con la palanca de cambio.
Que cantaremos hasta llegar a mi calle y que el beso de despedida se tornará un poco más largo.
Que no se atreverá a subir porque a estas alturas es que usted quiere ser señorita
Y que cuando la busque a la mañana del siguiente sábado no aparecerá sino hasta la noche.
Para despreciarme un beso y luego robarme otro.
Porque a usted le gusta creer que tiene el poder en todo, incluyendo en sus acciones.
A veces me siento a fumar y a pensar en que los religiosos estaban en lo cierto.
Dos mujeres juntándose no puede ser sagrado.

Nada peor que ser damas al cuadrado.

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