jueves, 30 de mayo de 2013

Aun hay noches para recordarnos.

Aun hay días en los que me haces llorar más que sonreír. Y aun así, soy más feliz de lo que pude haber imaginado.

Simplemente sé que él no es así.

Terminamos mal, muy mal de hecho... Pero cuando acabó fue como si cualquier cosa que hiciesemos después para tratar de jodernos sería en vano, ambos lo sabíamos.
En parte porque seguíamos demasiado enamorados.
Y el mayor daño que nos pudimos haber hecho, ya lo hicimos.

Confiaba en él, confiaba a niveles que para muchos sonaría exagerado.

Era casi como si no pudiese hacerme nada malo, como si no lo creyese posible.
Sin embargo, no sé entonces por qué le herí.
Quizá eso explica que a su vez, podría ser que él nunca supo a ciencia cierta el porqué de sus acciones.
La cosa es que si estuvo ahí
ese hombre existió
y estuvo conmigo y estuve con él y fuimos felices.
Fuimos felices hasta en nuestros peores momentos, en nuestros peores días.
Porque hasta cuando la amargura y la ira se apoderaba de nosotros por aparentes abandonos, sabíamos a ciencia cierta que en esa historia no habían finales.
Pero cómo pueden haberlos si nunca se quiso concluir nada!
Simplemente se dejó, se abandonó definitivo pero a su vez no por completo.
Le hicimos las maletas y se marchó por su cuenta, y sin embargo, y aun sin embargo, hay noches en las que le sigo soñando... Y conociéndonos, porque estuvimos tan juntos, tan a nuestra única y exquisita forma... Que se que en esas noches también me recuerda.
Pero como les digo, nunca estuvimos de acuerdo en nada porque ese sería un fin y nosotros no servíamos para eso, que hasta el sol de hoy aun no sé quien nos pensó primero.

Yo le conocía todas sus facciones, todos sus estados... Sabía por como escribía en que estaba pensando y sin embargo cada vez que me topaba con él, todo era nuevo y brillante, todo daba curiosidad...

La seguridad que me daba, ah!, podía jurar que aquel ser es inmortal, aquel héroe de historietas, era casi como si tuviese la respuesta a todo, la solución a todos los problemas... Con él nada nunca malo pasaba, porque todo terminaba arreglándose por arte de mágia.
En sus brazos, mi lugar favorito para estar.
Como los bebés de las gallinas y sé que da risa pero en ellos me sentía tan diminuta y tranquila, daba vueltas en circulos alrededor de su brazo, lo mordía, lo babeaba, era mi mantita... La sensación de calidez, de pertenencia... Su brazo era tan mío que jugaba con él como si fuese un gato con un conjin nuevo.

Por su parte sé bien que estos dientes choretos siempre le dieron aliento, siempre que sonreía era inevitable para él reír, sé que con mirarlo podía romper su coraza y convertirlo en este ser increíblemente sumiso y sin embargo, no dejaba de ser aquella bestia explosiva que me hería sin saber.

Nunca vi amaneceres más hermosos que los que vi estando con él, pues aun no logro saber si eran los detellos dorados del sol que se coleaban por la ventana lo que le hacían inmensamente atractivo o si era sencillamente que el poder ver su rostro después de la oscuridad hacía que apreciara tanto dicho momento.


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