lunes, 23 de junio de 2014

Petunia Cuenta

(ADVIERTO, no tengo ni puta idea de cómo organizarlo)

Mis sentimientos han ocupado tantas gavetas que he dado por muerto el acto de expresarlos, engatusando mis dilemas.
Descafeinando la pocilga que para entonces representaba tu habitación, me he dado la ardua tarea de asignarme con anticipos cada emoción
colocando podsticks de colores, uno por uno a mis sin nombres he clasificado el arte de quererte hasta el grado donde ni el tequila me desangra una herida.
Y aun así...
No he dejado de escribirte.

Véngase de a medias la conciencia madura de nuestros antepasados ingenuos,
donde los besos daban más dudas que verbenas y el llanten nunca fue un mal cliché.
Se respetaba el dolor ajeno... Se exteriorizaba el propio
Se tildaba (siempre) de romántico al maniático psicótico necesitado, mendigando en la acera un mano que supliera su derecha
Venga con nosotros Santa Madre del engaño
y danos tu sagrada bendición
En el nombre del padre,
del hijo,
y del coño de tu madre bastarda
Pues sin mesura, sin cautela, me colaba en mi su miseria
Creció como abichuelas, sin magia, todo aquello que nunca se otorgó por no existir honoris causa
Doctorada en la esquizofrenia de hablarle a la pared, de a ratos y dependiendo de los grados sus sombras tornan tus defectos
Ultrajandome un beso y quizá, un después.
Ea pues señora, abogada nuestra
Absuélveme de tus labios
y muestrame otro infierno, más allá del quererte sin explicación más que este cariño consagrado, de la tinta malgastada de otros cientos de cartas que no llegarán a tu papelera.
Ámala con tranqulidad, que ese, amor mío, no es el amor que yo quisiera para contigo.


(y este sí es un adelanto del libro)

El esequibo de tu romance nunca reclamó una de mis tierras
pasó de ser línea a mi faringe y se depositó en mis neuronas, Dios sabrá cuantos milenios.

Siento que creo un mini Castel divino (el que entendió, entendió.)

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