Me convertí entonces en ese espectro endemoniado de sumisión y picardia, y atendía a la órdenes del amo sin chistear con los cejas. Tartamudié un par de veces antes de recoger mi poca voluntad y armada de valor y de quehaceres conseguí mi libertad.
Estaba en la calle, sola, impregnada en sol de medio día. Tenía dinero, ambos aretes y mi pertenencias intactas, pero aun así cual perro que lleva años en encierro, desorientada, no tenía a dónde ir.
Comencé a andar, ya era tarde para regresar y fue así como llegue hasta aquí. A relatarte el extracto de mi vida del cual rehúso a desprenderme. El resto del tiempo me dedico a hacerme preguntas hasta caer en otra boca que silencie mis dudas.
Tengo la mejor vida de todas las vidas. Vivo cuantas vidas se me apetezca y soy Dios para declarar la muerte. Padezco del vicio más dañino de todos los vicios y caigo hasta el punto de consumo donde el romance me genera una absoluta cegera. Y ahí usted ya no es usted, es un ficha, y alguien más decide cuándo hacerte jaque-mate pero - y te lo cuento ahora que no me interesa en absoluto agradarte-, cuando te matan al Rey , no hay luto con más sabor a sangre y victoria. Solo en ese entonces, cuando te sublevan a peón, es que puedes disfrutar de todo vicio, incluyendo del amor.
Por consiguiente estaba deshecha en mi intento de proclamarme Diosa y con un beso en la mejilla me envió al calabozo donde se encarcelan las pasiones que no pueden reanimarse por cuidar de las amistades.
Me sorprendió su egoísmo, y está claro, que ser egoísta no es bueno en la cotidianidad pero más aun en el sexo. Tomé una ducha para limpiar la huella seca de semen sobre mi pecho y me dispuse a intentar entender qué me motivó esta noche (a diferencia de tantas otras noches) para quedarme dormida bajo su techo. No podían ser las telarañas que colgaban cuidadosamente de él (por supuesto que no podrían), tampoco supongo hayan sido entonces los recuerdos que celosamente dejaban en olvido por "accidente" otras mujeres a lo largo de la habitación, pero que con descuido él ignoraba (o eso parecía).
Ahora en casa, a media tarde de Domingo, con la lluvia ruidosa sobre mi cabeza, se diluyen mis pensamientos, mis dudas y mis miedos. Todo se ha marchado ahora y aun con la boca reseca y los labios marchitos, me deslumbra mi éxito. Comienza otra semana y con ella, otra vida.
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