sábado, 14 de febrero de 2015

San Cristobal 2015

Dios bendiga a los cánones y el celo, a los malentendidos y actos injustificados de nuestra brutalidad humana, que con gusto y condecoro han optado por atrofiar el espíritu tras los vicios divinos propios de su ser.
La inmensa felicidad que devora mi pequeño cuerpo, minúsculo entre tanta maleza y humo. La tierra se desborona ante mis pies y el ego que me desborda me mantiene inocente, segura, rubia, torpe y prisionera.
Bendito sea el ser errante, atrapado en la moral, cautivo de su propia persona. Que con el pésame del ala derecha tambalea, dejando plumas sobre la cama.

¡Qué enorme dicha!
¡Qué grata sorpresa!
¡Qué fortuna el tenerte conmigo, así sea en solo recuerdos e inevitablemente pasar de un beso al olvido. Tragedia húmeda, pies descalzos. Cambiar nuestros números para simbolizar el más antiguo de los engaños. Prometernos lo eterno para justificar el amarnos, solo por ahora, solo por migajas, amarnos.
Tomados de la mano tomamos el mundo, y envuelta en tus brazos la soledad se disipaba, desprendía de mi cuerpo un perfume a hembra y libertad, completa felicidad.
Escondida en lo oculto no existían voces, ni luz, ni defectos, eramos solo 2 dioses jugando a ser imperfectos. Tu por tu vida, yo por donde me enviaste. Tu tan distante y yo ahogada en anhelos.

Quería una historia pero derramaste la tinta.
¡Vivan los amores eternos!, posibles solo en mi memoria.
¡Vivan los cruces de mirada, los gestos desprovistos de cuidado... el coito anticipado, vivan tus manos al rededor de mi cadera.
Vivan las tragedias mientras se me permita contarlas.

Bendito los romances de verano que no dejan rastros.

Es una dicha el tenerte, así sea en recuerdos y cuando se vive de corazonadas poco importa la lógica. 
Es una dicha para mi el tenerte, clavado en mi cabeza, como una aventura callejera y con el sabor agrio del pasado.
Derretí mi exasperación y necesidades en tus labios, quienes me recibieron bondadosos y cálidos.

Dios bendiga los romances de verano que no dejan daños.


Y con el pésame de mi ala derecha, tambaleo pero mantengo la altura, nunca estuve tan segura de querer dejar rastro de plumas sobre la cama.

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