El chiste dejo de ser gracioso y ya ni provocaba lástima
entre mis allegados; agoté todos mis recursos y ya no había compasión hacia mí,
porque sabían que no era que no entendiera las circunstancias, sólo que
sencillamente no quería entender.
Me gustaría decir que hay mucho bueno de lo que pudiera
escribir pero no puedo engañar a mi reflejo en la ventana de la cocina. Parecía
esposa maltratada, llorando mientras friega para que nadie la escuche y
respirando justo antes de soltar una lágrima para que el rímel no se corriera.
Me encargué de que todos supieran la causa de mis depresiones alcoholizadas
pero no estaba en condiciones de asumir reproches por mi falta de control hacia
mis vicios.
Dejé de cortarme cuando me di cuenta de que nunca tendría la
fuerza suficiente como para presionar el filo hasta que cortara de forma
significante e irreversible; había perdido la gracia… Pues no era una suicida…
Sólo, una idiota desesperada.
Algo así sucedió con su recuerdo, con su persona… Sólo que
en este caso lo apropiado sería seguir intentando hasta que finalmente consiga
mi cometido. Entienden?
La merideña se había obstinado al punto de represión donde
ya no entraban perdones, consuelos o siquiera un poco de entendimiento… Sólo
quiere escupirle la cara y aun así no lo haría porque no quisiera desperdiciar
saliva. Podrían juzgarla? Su mejor amiga ha sido herida repetidas veces y ella
pretende sufrir del síndrome de Estocolmo.
La caraqueña se había dado por vencida al punto de dejar
todas las respuestas como la pregunta… A veces me gusta creer que él también me
piensa, le digo… Y ella responde “Sí eso es lo que te gusta, entonces hazlo”.
La gocha ni siquiera quiere saber del tema, así que lo
obvia, al igual que mi rubio favorito.
Y Nery… Nery siempre tendrá el hombro disponible para
decirse “Todavía? Creí que en el ante penúltimo viaje lo olvidaría”
Sin amigos, ni respuestas y con preguntas que me rehúso
siquiera a preguntar(le).
Un día como hoy hace con exactitud dos semanas apareció (y
admito haber tenido mucho que ver en eso); era viernes y según mis amigos hacía
frío… Estaba ebria y comprometida por la noche pero ambos (los tres en este
caso), sabíamos que si se presentaba la oportunidad, saldría corriendo y no me
importarían las consecuencias (jamás dejaré de sentirme de diecisiete mientras
esté su nombre presente).
La cosa es que mi plan secreto era “nacer para morir”, tan
literal como la canción de Lana y tan triste y punk que podría sonar… Sólo
verle y explotar… Explotar en todas mis formas (como siempre hice mientras me
acompañaba en mi ebriedad)… Gritar, gemir, llorar, reír, quejarme, que me
duela, quererlo, que le duela, querernos, querernos y luego dejarnos y que me
vuelva a doler pero finalmente entender que “a veces el amor no es suficiente,
no sé por qué”… Dejarle decir sus últimas palabras con la esperanza que en
alguna de ellas existiera un “te quiero” esperanzado para cerrar la última
oportunidad… “porque tú y yo, nacimos para
morir”.
Entonces es otro viernes donde el mal alumbrado de mi
ciudad, el frío, la neblina y las cervezas donde Ligia harían de mi ida a fumar
el momento más melancólico de la noche porque, con suerte, conseguiría
emborracharme lo suficiente como para llegar a casa, esquivar mi cigarrillo
encerrada en el baño e ir directamente a mi cama a sentir como todo se mueve
tan delicada y divinamente, como todo se va borrando y mi vista nublando hasta
que cierro los ojos y doy diez mil vueltas de perro antes de quedar
profundamente dormida, y en la mañana, tener una hermosa resaca tan dolorosa y
vergonzosa como para siquiera preocuparme por lo que pensé, dije o hice durante
la noche.
Qué rayos debe hacer una chica por acá para conseguir un abrazo?...
Uno fuerte, de alguien que realmente la quiera… Por lo menos durante la noche.
La experiencia me vence y recuerdo que terminaría
sintiéndome aún más sola pero, es mucho pedir por un buen engaño? De esos cuyos
besos sencillamente logran hacerte olvidar que estas besando la boca equivocada.
No estoy cansada pero mi cuerpo se duerme fácilmente; mis
pies están hinchados y mi vestido sucio por mi teoría de “si te sientes mal,
vístete bien”. Es apenas la 01:31am del viernes 25 de octubre del 2013 y a
pesar de que aun nada de esto ha sucedido en su totalidad, no es un deja-vu… Es
un “aquí nada nunca cambia, nada mejora” y por más que cambie en todos los
aspectos, hay uno que nunca cambia y es el hecho de que lo extraño pero (por
fortuna), hay días en los que me convenzo de que no lo hago.
Autoaceptación es saber que seguirás esperando a que un día
vuelva a romper su coraza y te pida que te quedes y saber que aun así, nunca
cederá lo suficiente como para poder realmente creerle pero, igual lo harás…
Porque muy dentro de ti sigues pensando que un día de verdad se levantará y se
dará cuenta de que también te extraña (y de la misma forma en que tú le
extrañas).
Realidad es que si sigo volviendo, seguirá en el mismo juego
de tenerme cuando le dé la gana y de dejarme de igual forma… Y entonces volvería
a decir que estoy cansada y seguiría estancada en la misma guerra, en busca de
revanchas estúpidas porque estoy esperando mi turno para batear pero nunca
aprendí siquiera como agarrar el bate. Si hubo algo que nunca olvidaré de mis
reuniones en NA es que cuando se trata de cosas que no puedes controlar,
tomarlas no soluciona la ansiedad, sencillamente la aumenta.
Cuando se trata de él soy débil pero, después de tres años
me di cuenta de que cuando también se trata de mí, debo ser fuerte… Porque merezco
que me quiera de la misma forma en que le quiero, aun cuando sé que él no sabe
lo que es eso y que con casi seguridad, podría decir que nunca lo hará
(conmigo).
Sin embargo, si me permiten cantar una canción esta noche y
que todos los seres del planeta la escuchen sería “Cry, cry baby”… Porque por
absurdo e inútil que sea, siempre me gusto decir lo que pienso y como me siento
y que si me lo pides, yo aún me iría contigo… Porque (gracias Nery), “el amor
duele, pero a veces es un buen dolor y me hace sentir que estoy viva”.
Sencillamente, estoy enamorada del amor.
Hace exactamente diez días que prometí no escribirle… Pero
esto no cuenta, pues es otra de esas cartas que lanzo al internet con la
esperanza de que cuando sea leída por él no esté marchita.
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