sábado, 16 de noviembre de 2013

Cien.

Rebuscando entre las conversaciones actuales traté de asimilar la situación actual, la cual seguía igual de jodida que antes pero ya comenzaba a apestar. Quizá nunca fue suficiente y me refiero a ambos lados por igual pero supongo que el tiempo no nos convierte en más alegres y al cuerpo a veces también le hace falta olvidar. Olvidar los besos, los cigarros, los amigos y los locales de cerveza barata... Al final de cuenta los recuerdo como las fotos impresas terminan añejandose y nunca se verán igual. Estaba a la mitad de mi segundo cigarro continuo y mi garganta ya no podía más pero me resulta imposible pensar sin humo que humedezca mis ojos. Como las cenizas van humedeciendose en el lavado, las memorias de los imposibles se van alejando a lo ancho del horizonte emocional, la meta cumbre se aleja y no quedan reservas como para poder naufragar. Cuenta la leyenda que una chica lo quiso todo y todo dio sin importar, cuenta que ella era feliz con migajas hasta que la renta tuvo que pagar. Dicen en las calles que sigue siendo como cuando tenía dieciseís, seguiría aceptando cosas que no debe por el simple placer de olvidar. La leyenda culminó y la chica no quedo a más que reducida a sólo historias; historias urbanas, historias de calle y esas historias que te cuenta tu madre sobre la vecina y sus rollos maritales. Desde entonces comenzó a trabajar, a rebuscarse, a no conformarse y a no parar y entonces ya no confiaba en nadie pero decía que no para no entrar en detalles. La cosa es que desde entonces, cada vez que bebe agua aguanta el buche en su boca por cuestión de segundos, lavando sus muelas y remojando sus labios como si buscara aprovechar cada gota, como si se le fuese a acabar, como si lo supiera. Besaba, bailaba, reía y ya no lloraba y tenía la oportunidad de finalmente tener su vida en orden, pero la costumbre a las malas costumbres eran más difíciles de sacar que las manchas que hacían sus cortadas en sus camisas, pantalones, brasieres y demás.
La noche no está tan fría y la verdad no estoy tan desesperada (se dijo) y entonces le dio un beso que sintió dentro de su ombligo. Como si el asunto fuese real y se estuviese despidiendo de un gran amigo. Como si hubiese algo porque luchar pero prefirió sólo colocarse su abrigo. Camino con la tristeza de que aquel añejo no fue más que la perdida de lo que parecía una prometedora cosecha pero, que más da! la nena se rehusaba a esperar a alguien que no quisiera volar.

Volar, saltar, jugar... De qué sirven tantas incoherencias si hoy en día nadie se toma la molestia de pensar?

Y va, y va y vuelve a regresar... La nena está cansada pero siempre pide más. La renta está cara y tiene un corazón por recuperar.

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