lunes, 22 de julio de 2013

Bitácora del Capitán: Día 3

Apenas visualicé el valle caí en cuenta de que no estaba jugando… Aun no logro descifrar si lo que sentí fue emoción o nostalgia, alegría o tristeza, no tengo ni la más mínima idea (como todo en la vida tienen un punto de conexión tan intenso que logra anular la brújula mental), estaba de nuevo en esa ciudad caótica llena de gente buscando entre las masas un gesto amigable que me diera la bienvenida, por su parte, me encontré sola atravesando el puente y sintiendo como cambiaba todo a medida que cambiaba de pie.
De pronto, como por arte de magia, estaba del otro lado, en pleno corazón de la capital, las ambulancias me aturdían, los edificios me cegaban, sólo podía sentir la tierra donde pisaba sabiendo que en cualquier momento podía caerse.
En el medio de la plaza más inmensa que he visto en mi vida mi corazón se achicó hasta el punto de quiebre, donde la desesperación y paranoia se apoderó de mi, mis recuerdos me perseguían y rodeaban y mi cabeza no paraba de enviar señales de alerta “Rubia, ya has estado aquí y la última vez no fue tan buena que digamos”, pero qué puedo decir? Fue mejor de lo que había planeado.
Nunca me dieron miedo los espacios llenos de gente extraña, nunca hasta esa tarde que caí en cuenta de que no pertenecía a nadie, no debía cuentas y nadie me esperaba realmente… Desde aquel instante noté que esta sería mi primera aventura íntegramente sola, fiándome de la bondad de los extraños, bondad que nunca me defraudó o quizá, no lo suficiente como para dejar de creer en ella.
Ahí estaba, los niños jugando, los militares vageando, el sol ruborizando mi piel y mis ojos de cordero alertas ante cualquier asecho.
Nunca había esperado tanto por alguien a quien realmente no me interesaba mucho conocer, que buena dicha la mía, sola en una ciudad semi conocida tratando de hacerle creer a la audiencia imaginaria (porque estoy segura de que mis cabellos no brillan tanto por estos lares como para que realmente alguien me esté mirando).

“Hola Lulú, un placer” y tendió la mano, y fue entonces cuando supe que había vuelto al ruedo…

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