domingo, 2 de noviembre de 2014

Relato de un Domingo.

Hay momentos en los que no puedes evitar preguntarte "¿Cómo demonios hice yo para vivir sin esto?"
Soy participe del grupo de los de "nada ni nadie es necesario" pero confieso con mucho orgullo que estoy completamente de acuerdo en que "la felicidad solo es real cuando es compartida", ya sea por amores, amigos, familia o hasta un perro desastroso llamado Tao.

Era Domingo por la tarde, de esos donde el sol se pone de tu parte y te brinda un calor que no sofoca sino que abriga. Lo vi acostado sobre su cama, como si estuviese totalmente solo, con los pies desnudos y usando los anteojos que detesta utilizar y solo lo hace en soledad porque es el único momento en el que se siente cómodo para hacerlo. Esa es la palabra, estaba cómodo y yo estaba en la habitación.
Hay días en los que su perfume sencillamente me enloquece pero este no era el caso.
No había nada en él que pudiese llamar mi atención esa tarde pero estaba perdida, cautivada, viéndolo vivir su vida como acostumbra hacerlo en soledad. Como si yo no estuviese en la habitación. Sin siquiera dirigirme una palabra.
Estaba ahí, acostado, escuchando canciones que en mi vida escuché y que dudo llegue a cantar. No pintaba nada en la escena y nunca me había sentido tan incluida.
Una voz en mi cabeza decía "¿Volveré a sentirme así?"

Nunca lo vi tan hermoso como esa tarde de Domingo en el que desnudó su persona frente a mi sin vergüenza alguna.
Intentaba hacer de todo para contenerme. Comencé a ordenar cada pequeño objeto en la habitación para no dejar en evidencia que estaba muriendo, me estaba quemando un sentimiento tan grande y tan delirante, estaba gritando, explotando frente a él y él en serena calma, siempre en calma.

Cayó la noche, cayó la lluvia y el silencio se apoderó de toda la escena. Abrí los ojos, observo el techo y caigo en cuenta de que no es un sueño. Llegaré al absurdo de decirles que fui Dios y pude vernos en tercera persona.  Me vi sonriendo sin vergüenza alguna al solo verle hablando con sus amigos, caminando tomado de mi mano y viajé al pasado a cada uno de los días que pasé en su compañía.Me vi en completa oscuridad, en mitad de la madrugada con él durmiendo en mi pecho y mis brazos a su al rededor. 

Entonces sales de escena y observas todo desde arriba y te ves a ti, ahí, feliz, al lado de la persona con quien quieres estar y no puedes evitar pensar "es aquí donde yo siempre he debido de estar". No tenía que pensar nada más, no había nada que pensar y noté que ni el mismisimo Dios, ni todos los espectadores podrían sentir lo que yo siento, ver lo que yo veo. Volví a tomar asiento preferencial, regresé a mi cuerpo y acepté que en realidad, se puede ser completa y absolutamente feliz sin siquiera pedirlo, sin siquiera pensarlo, sin siquiera intentarlo. Se puede ser completamente feliz teniendo algo que con honestidad, no necesitaste hasta ese entonces.
Comencé a sentirme como la chica más afortunada del planeta, lo que tenía en mi pecho valía más que todo el crudo y las minas del mundo. Luchaba para no hacer ruido, reír, llorar, ¡era lo mismo! la felicidad que se acumulaba en mi pecho no encontraba formas de ser expresada, ¿acaso este momento no podría ser eterno?

Saber que nunca en la vida tendrás otro momento así te hace valorar todo. Tome una foto en mi cabeza que veo cada mañana.

Pueden venir mejores momentos, puede que solo me quede ese pero saber que jamás, en ningún otro plano, con ninguna otra persona podrás sentirte tal cual como te sientes justo ahora, justo aquí...

Justo donde deberías estar.


Entendía a Sylvia Plath, "Quizá nunca llegue a ser feliz pero esta noche estoy contenta".
Cerré mis brazos, lo abracé con fuerza y besé su cabello. Esa noche no dormí, descansé.


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