A la mañana ya era la tarde y vivir dejó de ser decreto para ser obligación, impuesta por supuesto.
Ardían las tripas pero no había anís, ni dulce, ni alcohol.
Caminando me topé con un señor y este me dijo "Amor", !que grata palabra¡, "¿Cómo haces para vivir así?" a lo que educadamente respondí "en mi casa no hay espejos, para evitar las confusiones" me dijo entonces "sabrá Dios que tienes..." no me atrevía a decirle que Dios se había tomado la semana libre para ir a un retiro espiritual, estaba falto de fe, por lo que proseguí con un "Nada, no tengo nada" y a decir verdad, nunca di respuesta tan sincera.
Bajaron las apuestas, soy escritora de tragedias, las victorias me resultan presuntuosas.
Estridente lejanía.
La espera angustia pero debo prolongarla.
De toda la multitud nadie pensó quizá "¿Qué hay si ella no quiere irse?", si prefiere las cadenas para soñar con libertad...
Qué sería de mi si pudiese llorar...
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