En tiempos de guerra, cualquier caricia se es bien recibida.
Quién soy yo para exigir cuando mis fuerzas se van en gritar injusticias.
Los besos, al igual que la autoflagelación, tienen el poder de callar las almas.
Entorpece los oídos y se libera la cabeza de cargar con el cuerpo.
En tiempos de guerra, cualquiera se vuelve de fiar.
Por un momento, cuando no se cree en nada, es necesario creer en algo.
Quién soy yo para exiguir cuando mis fuerzas se van injustamente.
Pero no se puede arriesgar mucho, así que sólo ofrezco mi corazón al primer postor.
Me ha ido bien y lo reparto en fracciones entre la necesidad y las ganas de querer...
Querer... lo.
los.
A todos los que puedan brindarme abrigo.
De tantas balas, de tantas bombas... Cualquier refugio es bienvenido.
Quién soy yo para exigir cuando mis fuerzas se van llorando injusticias.
La incertidumbre no llega sino hasta luego de atardecer.
Las calles parecen tranquilas y hasta más seguras de lo que solían ser.
Pero nunca se sabe cuando comienzan a disparar los de uniforme o sin el.
Si corres te atrapan y si no, también.
Con tanto en tantos lados, la información viaja al igual que los objetos, de lado y lado.
En tiempos de guerra, cualquier caricia es tomada como honesta.
Porque todos necesitamos un poco de ternura en medio de tanta mierda.
Cualquier beso será bien recibido.
Lo que sea para escapar un momento de la realidad.
Pues...
Quién soy yo para exigir cuando mis fuerzas se van padeciendo injusticias.
Cuando se está entre la linea de fuego.
Cualquier estrategia es parte del juego.
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