Y después de todo, ¿qué era la vida?
Más que un montón de alusiones hacia caminos, direcciones, nombres y números de teléfono.
Acaso es justa la muerte?
Después de cierta edad uno se olvida de ciertos improperios.
Qué pudiese importarle a la vida sobre falsos aciertos.
Qué pudiese importarle a la muerte
Si hoy no le temo.
Pudiendo ser tan hermosa o tan maldita
Como todo lo hermoso que por sobre estos ojos se ha posado.
Como todo el horror que oculta detrás de la pupila.
El descubrimiento de cada sentimiento es lo que acumula nudos en la garganta, y nadie, absolutamente nadie puede llegar a deducir si son mitos o cuentos.
O asfixian o te dan aliento.
Ni más, ni menos.
Todas las mentes brillantes del universo reunidas en la misma habitación jugando a ser brillantes. El destello que reproduce el salón es tan irritante para el ojo humano. Que nadie siquiera molesta en voltearse.
Ni yo.
La grandeza de nuestro mundo está completamente a disposición de nuestras manos. Pudiendo cerrar en este instante los párpados o el puño, y siendo capaz de sentirlo con el alma.
Con la única cosa que se es capaz de sentir.
Con el alma.
Con los recuerdos que agotan nuestra cabeza hasta finalmente dejarla reposar tan cansada, y tan tierna, y tan deslumbrante y tan aterrada.
Que se nos olvida el paso del tiempo, los instantes eternos... Se nos olvida que quizás alguien nos está viendo, pero no necesitamos observar nada.
Cuando un instante trasciende el momento y se evapora por entre las luces, y las nubes, y los reflejos de nuestro rostro en anteojos ajenos. Es cuando más recuerdo, que jamás olvidare todo aquello que me ha cautivado o enclaustrado en el tiempo.
Para qué contar aquellas cosas que al final, se las lleva el viento.
Mejor que se evaporen mis pensamientos de entre mis poros.
Que hierva el agua que empapa mis mejillas y comiencen de nuevo un ciclo tan infinito y tan puro que aun sabiendo a ciencia cierta todas las certezas que alguna vez necesitó un físico poeta.
Que aun a sabiendas, decidamos olvidarlo porque no se necesita.
¿Acaso no es todo hermoso, pequeño?
¿Acaso el sol sale por otro motivo que no sea el vernos?
Probablemente, sí seamos tan pequeños,
que hasta las minúsculas partículas que conocemos, sean gigantes apoderados de toda la habitación. Tan grandes. Increíbles. Tan inmensos. Que ni nuestra razón siquiera pudiese verlos.
De qué están locos los enfermos?
Son muy pocos los que logran huir...
Admito, fielmente, que la mayor de las veces tengo miedo.
Pero el no saber de qué me ayuda a no creerlo.
No hay aciertos.
Ni verdaderos,
Ni falsos.
No existe mayor certeza que la única verdad en la que realmente creemos...
Pero por esta noche,
me la reservo.
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