jueves, 8 de octubre de 2015

Carta a un padre desesperado

A mi padre desesperado. -

La soledad se asoma cada tanto a revisar si sigo durmiendo, como cuando era pequeña y traviesa y necesitabas asegurarte de que estaba en casa.

Cuando viajo... A veces me dan pesadillas durante la noche. Otras sencillamente no logro soñar. Aun no he descifrado cuáles son peores, pero sigo intentando dormir después de todo. No es fácil dejar de huir a tu cuarto cuando el miedo carcome mi cabeza, pero por más veces que desee que espantes a todos los monstruos debo aprender a usar la espada. Es lo que más se me dificulta decirte últimamente.

Cuánto adoro todo lo que haces por mi y cuánto necesito desprenderme de ello para aprender por mi cuenta. Para no ser tan pequeña. Para que no me veas tan ingenua.
Hoy te escribo desde adentro, con la impotencia que ha optado por acorralarme y una ira adolescente que atenta con separarte de mí. Precisamente es por ello, que acudo al consuelo del papel. Para entenderme. Para entenderte. Para evitar que mi sucia boca estruje  tu corazón. ¡Pobre corazón!, que en menos de un año le han arrebatado a la confidente y mantienen pisoteando malcriadeces de niños que no terminan de crecer. Yo no puedo seguir marchitando mi alma, cediendo solo para complacerte.

De mi madre he heredado maquillaje, una melena de león y un corazón valiente, por consiguiente, no puedes esperar a que me siente a esperar que la vida presida de mi. Sé que “el mundo” no es terreno seguro, sé que no mido riesgos y estoy segura de que estaré envuelta en líos pero no hay forma de evitarlo.

¡Pero claro que es peligroso! y debo admitir que el morbo me encanta.
¡Pero claro que lo haré! el instinto me llama,
¡Pero claro que me meteré en problemas! no nos mintamos, de igual manera no hay forma de evitarlos... Pero espero que por fortuna pueda distinguir entre aquellos que realmente valen la pena. Déjame intentarlo.

Sé que es difícil entenderme. Lo sé porque me ha costado mucho tiempo. Y sé que no he sido un buen ejemplo, pero precisamente por esto que sé, es que ahora estoy tan segura.
Tienes miedo a que sufra, pero padre… Ya he sufrido.
Tienes miedo a que fracase, pero padre… Ya he fracasado.
Y precisamente porque lo he sentido como protagonista es que hoy te pido que tengas un poco de fe. Y también sé que no tengo la moral para pedirla - nunca fui de iglesias- , pero necesito que en estos momentos creas en mi. En que todo estará bien. Si tu lo haces, será mucho más  fácil para mí  hacerlo también.
Cree en mi, ámame y déjame volar. De más está decirte que conmigo estarás.

Sé que peco de inocente, pero es precisamente eso lo que me defiende. No sufro por maldad porque no la veo, pues no la tengo y hasta el más vil de los seres puede detectar cuándo un corazón es honesto. Mi don ha sido el de dejarme encantar. Por la gente, por las calles, por las historias dramáticas y los juegos de la oscuridad. Por eso sé que lo mío es viajar.

Entiéndeme y ayúdame a entenderte.
Entiéndete y te permitiré conocerme.
Sé feliz por mí para cuando el sol no se me acerque, poder ser feliz por ti, porque a mi lado he de tenerte.
Sé mi respaldo y no mi yugo.
Dame seguridad y no más dudas.
Alimenta mi espíritu y no mis miedos.
Yo seré valiente por ambos, si tan solo me permites serlo.

Mi corazón crece a medida que me adentro hacia lo desconocido. La impaciencia se apodera de mi ser y me transforma en el ave libre, que emprende el vuelo, que toma un riesgo a conciencia y se promete vivir sin arrepentimientos.

Prometo que volveré, siempre, con muchos más besos.
Hasta pronto papi. 
No sé a dónde voy, pero sé bien de dónde vengo.



Atentamente: Ni tan pequeña Lulú.

P.D: Recuerda sacar a pasear al perro.

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