La llamaban como quisieran, pues sabían que era sólo la encarnación de una fantasía.
No estaba ahí para juzgarnos, sonreía sólo para hacernos creer en algo.
Si hubiese querido irse, hace rato que lo hubiese hecho pero aun ebria sabía que si lo hacía, nadie la buscaría.
Desaparecer no era una opción, se le debía a su público.
Una audiencia de tristes borrachos que le aplauderían cualquier pendejada con tal de que se tomase otro trago.
Su cuerpo era el plato predilecto de las fiestas paganas...
No mostraba más de lo que buscábamos y no nos importaba.
Tan imponente como el océano.
Vacilante y molesto.
Lleno de lágrimas.
Cuando finalmente me escuche no tendré voz de tantos cigarros que he fumado tratando de escribirle esta canción
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