No maldiga mi ausencia que yo rezo por su paciencia.
Después de tantos años tuve que haber hecho algo lo suficientemente bueno como para que aun me odie tanto.
Cuando finalmente me escuche no tendré voz de tantos cigarros que he fumado tratando de escribirle esta canción.
Cuando finalmente la tuvo entre sus manos dejó de gritar consignas para volcarse en sus labios.
Busco lo eterno en amores pasajeros.
Si muero de sed, deme vino... No me complazca todos mis caprichos, mire que la costumbre mata y lo predecible aburre.
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