Un cabello voló hacía mí y me hizo levantar la mirada.
Ahí la vi (como siempre), tan divina y dorada.
Volteó como por arte de magia, como si con el pensamiento la hubiese llamado.
Y me sonrió como a un viejo amigo (reconocería esa sonrisa a kilómetros)
Ah, qué segundos tan largos...
Suficientes para enamorarme y para que llegase su acompañante.
Grata sorpresa el volver a sentir amor por otro ser humano.
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