Al final de cuentas todo lo hacemos apropósito, nada esta excusado ni puede excusarse, porque hasta aquellas cosas de las que nos arrepentimos u olvidamos pasaron por nuestra cabeza pero no les hicimos caso. Nadie hiere a nadie sin saber, simplemente no aceptan que su interior sea tan cruel.
Esta bien. Ya conozco el procedimiento. Llorar, pensar, tomar duchas largas... Comer, caminar, hablar, como si nada... Encerrarme, alejarme y actuar como si nunca hubiese estado ahí, hasta el punto en el que pierda el interés, sea olvidada y solo se me recuerde cuando el sol brille y se vea dorado... Y eventualmente, no se cuando ni como, vuelva a cantar. "Y la vida siguió, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido..."
Quizás algunos de nosotros no estamos hechos para escribir poesía. Digo, existen aquellas personas a quienes les va mejor con la comedia, a mi, me va mejor con el chocolate... Podría escribir solo sobre él?
Creo que el chocolate es el equivalente a un hombre, nos encanta, nos hace delirar y por momentos olvidar lo pesado que es el día a día pero al final de cuentas, despiertas y sientes toda esa grasa pegarse en tus caderas, o en mi caso, en los muslos.
Ahí estaba yo, sentada en el piso del comedor mirando televisión hipnotizada, creo que simplemente no quería pensar sobre el tema aunque era lo único que hacia. Quizás las relaciones son como una serie o una película que pasan por la tv y esos silencios incómodos y molestos donde no te responde el teléfono son los obligatorios cortes comerciales para permitirnos recordar que tenemos otras necesidades pero... Qué hay de cuanto los cortes comerciales duran horas?
De nuevo en la posición incómoda de esperar a que alguien te escriba por teléfono, algo que estaba tratando de evitar durante meses y hasta cierto punto creí haber superado. Pero no, habían pasado más de tres horas en las que revisaba el teléfono paranoicamente esperando un mensaje que diera pie a todo el enojo que tenía dentro, nunca sucedió; ya podía sentir las calorías de culpa en mis caderas.
El invierno estaba tan frío que ella se convirtió en hielo.
Todos amaban verla pasar de día, tantos colores irradiaba con la luz, lo que no sabían era que cada vez que pasaba dejaba partes de ella en las aceras, partes que nunca volverían y se iban por las alcantarillas. Donde iba humedecía el lugar y era terriblemente atrayente, hasta que una vez alguien quiso quererla y se acostó a su lado. Lo último que supe fue que un día amaneció y él estaba petrificado, congelado... Nunca supieron que abrazaba porque no había nada entre sus brazos pues ella desapareció, algunos dicen que se fue. Ella solo se evaporó y cada vez que llovía, podíamos verla convirtiéndose en colores cubriendo la ciudad.
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