Bienvenida a la ciudad que mal llamas Caracas, resulta que es
un estado diferente, así que supongo que cuenta como un viaje más.
Creo que la gente de acá olvida los pequeños placeres de la
vida, como subir por los elevados en carro y sentir tu estómago yéndose hacia
abajo. Esto me hace recordar a Mérida, creo que la subestimo y la costumbre le
quita muchas cosas lindas, como lo grandioso que es poder movilizarse a pie por
toda la ciudad, eso no sucede por estos lares.
En casa, drama y más drama, luego la gente pregunta porqué
cargo mi tiara. Pero es parte de la condena que debo pagar por dármelas de
navegante y estancarme de nuevo en la costa.
No hay mucho que hacer, qué demonios hago acá cuando podría
estar en casa alistándome para otra noche de cervezas baratas en el bar de
siempre.
Odio este lugar.
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