jueves, 16 de mayo de 2013

Mérida, 2013.


Esa maldita sensación de querer escribirlo, necesitar drenarlo, contarlo de alguna forma para liberar el peso sobre tu espalda y sin embargo no hacerlo, por miedo quizás, no hacerlo por el simple hecho de que nadie quiere o debe escucharlo y compartir tu tristeza. 
Quiero escribir tanto sobre el vacío que me deja ser tan vacía, pero sólo quedó un documento en blanco.
Al final, tenía lo que quería, era la mujer de todos y la chica de nadie; pero los rumores habían atravesado toda la ciudad advirtiéndole a las masas, y entonces, todo era absolutamente igual excepto que ya nadie se enamoraba locamente de mi locura. No es divertido el cinismo si no tienes a nadie con quien usarlo.
Quiero desaparecer en el humo del cigarro que me envuelve, puedo escuchar cada vez más agudo el sonido de las palas de la construcción… Casi, casi como si la arena que tomaran cayera sobre mi cuerpo, donde por tanto negarme a la iglesia, ni había un cura narrando mi descenso.
Me gustaría poder salir por ahí y olvidar mi necesidad de pensar las cosas, pero tan desligado estaba el sexo del amor para mi, que ya no me satisfacía conocer un extraño que mordiera mis labios, ya no me satisfacía, ya no me llenaba otro hombre que me dijera “sé mía”… Ya no me interesaba mentir para esconderme, puesto que ya estoy escondida.
Nadie sabe quien soy, quien seré y a quien dejaré… Al salir sólo obtengo el placer de mover mis pies. Sin nada que ganar y nada que perder. Lo único que podría salvarme es una terapia de electro shock, o en su defecto, un amor.

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