Fueron siete puñaladas. Todas en su pecho. Directo al corazón. Sé que dolió pero, se supone que el amor duele. Yo no lo maté porque quiso dejarme. Él me amaba y yo a él. Lo maté porque lo amaba tanto. Ja. No tienen ni idea de cuanto. Tanto era mi amor por él que quise darle el regalo más grande que existe, la muerte. Le concedí la libertad de su alma, que finalmente dejara de cargar el peso del cuerpo. Fue hermoso. Su sangre tan roja. Su rostro petrificado. Pude apreciar como poco a poco se iba. Se iba a otro lugar. Se iba para ser eterno. Yo le concedí la eternidad. Estaba en mis casillas cuando lo hice. Sabía lo que hacía. Sabía que no podría besarle de nuevo pero, fue un sacrificio. Ahora cuando respiro, él entra a mi cuerpo. Él es aire y yo, yo no puedo vivir sin respirar.
Él único hombre que he amado en mi vida, murió. Yo lo maté. No podría decirles porqué, sólo sucedió. Pero, dicen que el amor es eso, no?, que el amor nos vuelve locos. Desde entonces estoy presa. Me castigan por estar enamorada. Castigan al amor. Pero si me preguntan, sí, volvería a matar, amar es humano y yo soy más humana, puesto que nunca le diría que no a la locura, al amor en sí.
Todo por amor.
- Imaginando la mente de una mujer que asesinó a su pareja.
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